A un año de la muerte de Raúl y al releer su libro para esta presentación he descubierto con gusto que Raúl me sigue enseñando cosas. Y no sólo eso, la relectura me ha dado la posibilidad maravillosa de sentarme a su lado y discutir con él algunas cuestiones.
Le pregunto por ejemplo ¿El cuerpo que tiene cada uno de nosotros nos determina la vida?
- Si, por supuesto - me contesta seguro- está lo que puedes y lo que no puedes hacer con ese cuerpo, en el caso de mi enfermedad, y de casi todas, se te presentan incapacidades, en mi caso inevitables y progresivas; pero determinar la vida no significa limitar la vida. Es cierto, la vida tiene sus límites propios entre el nacer y el morir, pero entre uno y otro acontecimiento biológico existe el sentido que puedes darle a ese tiempo que se te otorga para vivir. Ahí es en donde los límites dependen de tu capacidad de crear, de sensibilizarte, de cambiar, paradójicamente puedes incluso ser libre y crecer.
Sonrío. Siempre me ha sorprendido la agudeza de sus reflexiones.
- Dime una cosa, ¿tú crees que yo deba tener Esclerosis Lateral Atípica para entender lo que tú haz comprendido sobre la vida, el dolor, el miedo? ¿para poder combatir mi propio egoísmo, mi animalidad, mi necedad y mi soberbia, para poder sacudirme telarañas de la cabeza, pudores, rígidos esquemas? ¿tu cres que debo ser prisionera de un cuerpo que me traiciona y me somete a la rigidez y la tortura para llegar a ser humilde, encontrar el sentido de mi vida y ser libre? Es más, querido Raúl, tu crees que tenga que sufrirlo para poder disfrutar de las cosas mas simples como un bocado de deliciosa comida, un abrazo, una caricia, una palabra de aliento, una idea, un sueño, del sexo?
Raúl contesta serio viéndome a los ojos y dice –Creo que si.
Me ha dejado helada. Pero inmediatamente echa para atrás la cabeza y se ríe a carcajadas y grita
- ¡no, no, no! es broma -y sigue riendo. -Te va a costar trabajo, -dice aun en tono de burla- -pero si te esfuerzas, si, sin ayuda de la ELA, vas a lograrlo, deseo que lo logres. Y es que mira, desde un cuerpo sano, ni siquiera sabemos que somos lo soberbios que somos, lo orgullosos, lo egoístas, no le damos el valor a las cosas, al presente tan desperdiciado, a los sueños, al amor; la solidaridad la conocemos como puros buenos deseos, yo puedo decirte que la solidaridad tiene forma y color, que pude tocarla con mis manos, la conocí..... Pero no, no creo que la Ela sea el camino, hay muchos y tengo fe en que tú y todos los que amo encuentren el suyo para lograrlo, espero que mi testimonio sirva de atajo en su camino.
El día que conocí a Raúl, lo único que no le vi, fue la silla de ruedas, de hecho, cuando entré a la oficina de Adolfo mi jefe, él y Griselda ya estaban sentados. Conocí entonces a un hombre seguro de sí mismo, lleno de planes y proyectos, sensible, inteligente, echado pa lante.
En el vuelo que emprendimos juntos Griselda, Raúl, Adolfo y yo, encontramos un denominador común, los sueños se realizan trabajando, así que las tareas se dividieron y cada quien hizo su parte. Mi relación con Raúl empezó a ser de respeto mutuo pero también de exigencia, él me exigía sin embargo de manera cariñosa, yo, sólo le exigía, seguía yo sin ver la silla. Nunca la vi, nunca me impidió hablarle de tú por tú, sobre la mesa sólo estaban mis capacidades y las de él, al 100% para que todo saliera lo mejor posible. Por supuesto ahora entiendo mas claramente el papel de Griselda, pero puedo dividir lo que cada uno aportaba y eran cosas igual de valiosas pero diferentes. Todavía un mes antes de su muerte, le pedí que me enviara información sobre las estancias de Iztapalapa, en dos horas me llamó para decirme que ya tenía en mi correo todo lo que necesitaba.
Un mes después de su muerte y en medio de muchos problemas personales tuve la buena puntada (es lo que me dice él ahora) de llorar y decir NO PUEDO MAS, YA NO PUEDO. Y era su voz la que en el silencio que siguió a mi llanto dijo -No tienes derecho a no poder. Aun diciéndome esto, yo no vi la silla.
A un año de su muerte, he aprendido a reconocer a gente que está en silla de ruedas a pesar de andar sobre sus pies y gente que en silla de ruedas, gana, trabaja, baila, ama y se divierte. Raúl acomodó mi mundo de otra forma, alteró el orden de los factores y me enseñó junto con Silvio Rodriguez que en el camino va a haber muchas sillas que me inviten a parar, ninguna de ellas vale tanto como la vida y la vida, se hace andándola, aunque duela.
¿Oye Raúl y tú crees que todos los que estamos aquí podamos…
¡Claro! Les aconsejo que sean tenaces y no se rindan, acepten sus limitaciones y no sufran ni se preocupen por lo que no pueden hacer, pues es un sufrimiento inútil; mejor hagan todo lo que sí puedan hacer, utilicen al máximo todas sus capacidades reales, busquen ayuda cuando la necesiten, la culpa no remedia nada, el agradecimiento si, pierdan el miedo y la vergüenza y por favor, aprovechen cada minuto de la vida que tienen.