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La extraña doctrina del pudor

Afirma el Padre José María Iraburu en su libro "Elogio del Pudor" (que se puede bajar gratis de http://www.gratisdate.org/nuevas/pudor/JMI-Elogio-pudor.pdf):


Hace poco tiempo, en un retiro que yo daba a un grupo de jóvenes seglares sobre la santificación de los laicos en el mundo, señalé la profunda mundanización que
hoy padecen muchos bautizados, incluídos también a veces los más fieles, y cómo en buena parte la sufren sin advertirlo. Y para que se dieran buena cuenta de esa realidad, quise ilustrar el tema con varios ejemplos. Uno
de ellos se refería al impudor, hoy tan generalizado entre
los cristianos:
«No es decente que hombres y mujeres se queden
semidesnudos en playas y piscinas, o dicho de otro
modo, es indecente. Esa costumbre está hoy moralmente
aceptada por la inmensa mayoría, también de los cristianos:
pero es mundana, no es cristiana. Jesús, María
y José no aceptarían tal uso, por muy generalizado que
estuviera en su tierra. Y tampoco los santos.

el impudor es una costumbre mundana, ciertamente contraria a la antigua enseñanza de los Padres y a la tradición cristiana, que venció el impudor de los paganos.
La desnudez total o parcial –relativamente
normales en el mundo grecoromano, en termas,
gimnasios, juegos atléticos y orgías–, fue y ha sido
rechazada por la Iglesia siempre y en todo lugar. Volver a
ella no indica ningún progreso
–"recuperar la naturalidad
del desnudo, quitarle así su malicia, generalizándolo, etc."–
sino una degradación.

al verse desnudos adan y eva, nacio en ellos el sentimiento de pudor Y aprobando este nuevo, recién nacido, sentimiento de pudor, «les hizo el Señor Dios al hombre y a su mujer
túnicas de pieles, y los vistió»

–El concilio de Laodicea (320) prohibe los baños con
mujeres tanto a los clérigos y a los ascetas, como a todos
los cristianos, también a los laicos (c.30: Mansi II,569).

este impudor no es, en modo alguno, un progreso de la conciencia cristiana,
una más pura asunción de la condición corporal humana.
No. Es una actitud errónea, pues se avergüenza de una
tradición cristiana siempre fiel a sí misma
, o a veces simplemente
la ignora.de la vida moral: «por sus frutos los conoceréis»
(Mt 7,15). La persona que durante horas y días acepta
en público un estado de semidesnudez, ciertamente contrario a la voluntad de Dios, tiende a disminuir o a perder el sentido del pudor. Es perfectamente comprensible. En este sentido, playas y piscinas son, en muchos casos, verdaderas escuelas de impudor, en las que tantos cristianos
son «educados» desde niños.

hoy la mujer perfectamente libre para vestirse como prefiera.
Pues bien, esto ofrece a la mujer cristiana una
facilidad históricamente nueva para vestirse con gran
libertad respecto del mundo, en perfecta docilidad al Espíritu
Santo. Si viste, pues, con indecencia, no tendrá excusa, ya que perfectamente podría vestir decentemente.

Al vestir con menos indecencia que la usual en las mujeres mundanas, ya piensan que visten con decencia. Llevarán, por ejemplo, traje completo de baño cuando la mayoría
de las mujeres vista bikini; y si un día la mayoría femenina
fuera en topless, ellas llevarían bikini, etc.
De esta triste manera, siguiendo la moda mundana, que acrecienta cada año más y más el impudor, aunque siguiéndola algo detrás, se quedan tranquilas porque «no escandalizan
»; como si esto fuera siempre del todo cierto, y como si el ideal de los laicos en este mundo consistiera en «no escandalizar ». Por lo demás, no les hace problema de conciencia
asistir asiduamente con su decente atuendo a playas y
piscinas que no son decentes.

Los laicos de todo tiempo, por muy seculares que quieran ser y conservarse, «no son de este mundo», como Cristo no es de este mundo (Jn 15,19; 17,14.16). Son «personas consagradas» por el bautismo, por la confirmación, por la eucaristía, por el sacramento del matrimonio, por la inhabitación de la Santísima Trinidad, por la comunión de gracia con los santos y los ángeles. ¿Cómo deberán usar ellos, estando en el mundo, de las modas y costumbres, de los espectáculos y medios de comunicación
mundanos, si de verdad quieren ser santos?

Los religiosos, en efecto, por la feliz profesión de los
votos evangélicos, ayunan de santificación del pueblo cristiano.
En efecto, la pobreza que los religiosos viven, tan extrema,
guarda a los laicos en la sobriedad
. Las penitencias de
los religiosos estimulan a los laicos a la austeridad, tan difícil
a veces en un mundo consumista. La perfecta castidad de
la virginidad y del celibato es una formidable ayuda para la
castidad de los laicos, sean niños o jóvenes, casados o viudos.

Si una persona o comunidad capta
en conciencia unas ciertas mociones del Espíritu Santo,
¿antes de seguirlas, tendrá que mirar primero el calendario
y asegurarse luego de que tales prácticas son tolerables
para la mentalidad del mundo en que se mueven?
¿En el siglo IV, en el XIII o en el XVI era acaso normal que unos cristianos anduvieran descalzos, vestidos de saco y con una cuerda a la cintura? Nadie iba así... ¿Y los que así obraban –monjes antiguos, franciscanos, carmelitas  descalzos– eran en aquellos tiempos fuerzas retrógradas o progresivas?
¿piensa Santa Teresa que una mujer peca si se mira en el espejo o si muestra su rostro a otras personas?
El que hace una pregunta tan tonta ¿conoce a Santa Teresa? ¿Aprecia su audacia, su realismo, su libertad del mundo, su experiencia de la vida y de las mujeres, empezando por su propia experiencia de jovencita vanidosa (Vida 2)?
Sencillamente, Santa Teresa quiere para sus religiosas contemplativas unas normas de pudor extremadamente exigentes,
1º-para fomentar en ellas el recogimiento contemplativo, evitándoles lo más posible todo peligro de vanidad
o impudor;
2º-para dar un ejemplo muy fuerte de modestia a las mujeres seglares, animándoles a ser modestas, según su modo secular propio;
3º-para expiar penitencialmente por los muchos pecados de impudor y de vanidad que se cometen, sobre todo en el mundo; y
4º- para obtener la conversión de los pecadores.
¿Puede ponerse a todo esto alguna objeción fundamentada?

El impudor generalizado, no es, pues, sino uno más entre los fenómenos sociales de la descristianización.

Negar «la vergüenza de la desnudez» (Apoc 3,18) procede de la apostasía o conduce a ella. Negar la vergüenza de la desnudez y afirmar su licitud viene a decir, en un lenguaje implícito sumamente elocuente, que el pecado original es un cuento.

Pero «si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos, y la verdad no estaría en nosotros.
Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Él [Jesús]
para perdonarnos y purificarnos de toda iniquidad. En
cambio, si decimos que no hemos pecado, le hacemos pasar [a Cristo] por mentiroso y su palabra no está en nosotros»

Por eso, es normal que la sobriedad en todo, la modestia y el pudor, caractericen siempre el estilo de la vida cristiana.Como también es normal que el impudor y la avidez desordenada de todos los goces temporales, lícitos o no, caractericen a quienes «tienen el corazón puesto en las cosas de la tierra» (Flp 3,19).

¿Cómo es posible, entonces, que estando tantas veces hoy el pueblo cristiano enfermo de lujuria casi nunca se le predique la castidad y el pudor?
La pregunta, en cierto modo, no está bien planteada. Es al revés. La falta de predicación del Evangelio de la castidad es la causa mayor de la abundancia de la lujuria y del impudor en el pueblo cristiano y en el mundo pagano.