martes, 9 de noviembre de 2010

La discapacidad no nos define

Por Juan Carlos Torres

Para escribir este texto necesitaba luz.¿Qué sería de mí sin la luz en mis ojos? ¿Ciego yo?
Hace un segundo lo acabo de vivir. Es la madrugada y aprovecho este insomnio para escribir.
Ya encendí mi computadora, pero no hay luz. ¿Cómo escribir si no veo el teclado? Podría hacerlo con el haz luminoso que emite la pantalla, pero que tardado y difícil sería. Por ello mejor enciendo la luz.

Estamos alejados de la discapacidad. No la vemos o no somos capaces de verla a nuestro alrededor. Sólo la sentimos cuando llegamos a estar enfermos y nuestros sentidos no funcionan. Los oídos, las capacidades motoras, los brazos, pies, manos, ojos.
Son días los que pasaremos así, enfermos. Y sin embargo, la experimentamos  aunque sea minúsculamente.

Este que ven aquí es Gerardito. Un chico que mide aproximadamente entre 65 ó 75 cms. Vive en una casa hogar para débiles mentales. En esa casa se encuentran 30 más como él. Los clasifican en profundos, medios y leves.
La casa hogar pertenece al DIF y se ubica en el barrio de Tepepan, cerca de Xochimilco. Ahí, entre muros, se cuidan estos adefesios de la sociedad. Fíjense bien cómo los he llamado: adefecios. Porque para la sociedad lo son.
Gerardito, aparte de padecer su debilidad mental, es ciego. En su carita sólo tiene abierto un ojo. El otro lo tiene cerrado. Una de sus orejas la tiene en buen estado, la otra sólo tiene fragmentos de ella.

¿Conocen al famoso Margarito, un hombrecillo que ha salido en televisión con una guitarra?  El mide escasos centímetros también. Pues así es Gerardito. Con sus 18 años encima, parece más bien un niño de 7. Cuando hablas con él su voz es aguda y más bien parece como la de un chiquillo. Te recorre con sus manitas la cabeza, el rostro, el cabello, tu ropa y baila de emoción y salta cuando te pregunta cosas y le respondes.
Le gustan los mariachis y le encantaría tocar la batería. Ha ido en su vida una sola vez a la feria y aguarda la esperanza de que lo lleven una vez más.
Hace unos meses le acaban de operar de labio leporino. Su madre después de abandonarle fallece. Su padre alcohólico y drogadicto lo usaban para pedir limosna. De hecho aun le visita y tiene la osadía de pedirlo prestado para tal fin. Se entiende que las trabajadoras sociales de la casa hogar una vez que les reportan este caso, ya no lo dejan salir, únicamente permiten la visita familiar. Su padre sólo va una o dos veces al año a visitarle.

Este otro es Héctor. El padece síndrome de Down. Y aunque había tenido un trato muy indirecto con los Down, este chico me ganó el corazón. Desde que llegamos no hacía otra cosa que sonreír y abrazarnos y al través de su lenguaje limitado expresarse. Había momentos en donde de plano no era claro lo que nos intentaba decir.
Héctor tiene novia. Es una señora de la misma casa, también enferma mental y ya de edad. Siempre sonriente.

Estas fotografías son al estilo paparazzi porque no me estaba permitido fotografiar a nadie. Sin embargo, en esta salida a la tiendita al dar la vuelta en la esquina la trabajadora social, aproveché para capturar con la cámara a mis nuevos amigos.
Sólo un detalle más. Yo visite este lugar un par de días antes del día de muertos. Así que cuando acababa de llegar a la casa hogar fue impresionante escuchar alaridos… Aaaaaaaaaaa!!!! Imagínense que entran a una casa del terror a donde sólo escuchan gritos demenciales, risas sin sentido y a donde miran a su alrededor a un ejército de hombres con la mirada perdida, deformes en el cráneo, deformes en sus brazos, pies. Caminando los que podían por el patio o pasillos sin dirección alguna. Unos babeando, comiendo lo que podían. Otros  sosteniendo miradas agresivas y perdidas.
He querido compartirles esta experiencia tan acogedora y a la vez lo que he pensado. Creo que nosotros también estamos discapacitados para atender a estas personas. Nuestra discapacidad radica, primero en negar su existencia y esconderlos (hablo de nosotros como sociedad).
Después radica en que no sabemos tratar a ninguno de nuestros hermanos con discapacidad. Quizás no tengamos cerca de ninguno, quizás sí. Algún ciego que podamos leerle algún texto, conducirle al pasar la calle y porqué no,  pensar en obsequiarle un poco de nuestro tiempo.
Hace poco, visite un centro de enseñaza para ciegos, sordos y discapacitados a nivel preparatoria. Y no saben los esfuerzos que hacen los asesores para sacar adelante a estas personas.
¿Porqué lo hacen? Les pregunté.
-          La paga, definitivamente no es buena. Yo llegué aquí por conseguir un empleo y fui de los fundadores. No teníamos nada. Todo el material que ves aquí ha sido conseguido por nuestro esfuerzo. Los libros y mapas en sistema braille. El globo terráqueo para ciegos. Micrófonos para que autograben sus sesiones de aprendizaje. La tablilla  braille para transcribir lo que viene escrito en el libro de texto a sus cuadernos.

Pero respondiendo a tu pregunta. Lo hago porque creo que estas personas no son diferentes a nosotros. Pueden hacer las cosas, más bien nosotros somos los que les ponemos límites.
La discapacidad no los define.
Pero habría que decir que son personas que requieren cuidados especiales. Porque ellos son otro mundo. Su mundo es diferente al nuestro. Sus necesidades son y no son las de nosotros.
El sordo está abierto al amor y al amor en pareja. Pero resulta que al no escuchar nada, no comprende los cariños y ternura que pueden manifestarse como el nuestro.

Platicaba con una maestra que les da clases y me compartía que ellos asumen como información sexual la de la pornografía. Y nos decía que así viven el sexo. Porque piensan que las cosas son así. No es hasta que ella les platica que no. Que el ser humano no vive el sexo así. Convence a las sordas de que los hombres deben tratarles con respeto, pero necesita explicarles a señas, qué es el respeto.
Mi reflexión no sólo apela a cuestionarnos nuestro actuar frente a este tipo de personas. Sino también a considerar hasta qué punto nosotros somos discapacitados también con quienes vivimos a diario.
Y esto lo digo, porque a veces parecemos sordos o ciegos. Pasamos junto al otro y no somos capaces de saludarle, ayudarle, preocuparnos por él. ¿Me explico?…No somos capaces. Es decir, estamos practicando libremente la discapacidad y asumiéndola.
Nuestra falta de comunicación también lo es. Parecemos sordos o mudos con algunos de nuestros hermanos. Podríamos pasar años sin resolver conflictos porque nos discapacitamos voluntariamente para perdonar, pedir perdón u ofrecer perdón. ¿Es justo?.
¿Es justo que nosotros los normales, nos discapacitemos libremente cuando tenemos todas las cualidades para vivir y desarrollarnos como seres humanos? Las físicas y las morales.
¿Es justo discapacitarnos para evitar ayudar al otro? ¿Es justo volvernos sordos, ciegos, incapaces motores o hasta hacernos tontos?
Pues bien, ahora sí les dejo. No sin antes confesarles, que el encuentro con estas personas, discapacitadas por efecto de la naturaleza o por accidente y el encuentro con los voluntariamente discapacitados, me sigue haciendo reflexionar.
Que nuestra discapacidad no nos defina.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Gran artículo y reflexión. Y sobre todo gran experiencia la tuya.

Desde niño me sentí "atraído" por estas personas, que con sus discapacidades: físicas, mentales, ..., muchas veces con su vida nos dan lecciones a los que somos "normales". (Hablo por mí).

A veces pienso que estas personas, como Gerardito del que hablabas, que en esta vida temporal tienen un aspecto físico que nada atrae, que incluso repele a la vista, ..., al morir van al Cielo y se convierten en todo lo contrario: en maravillosos ángeles de hermoso aspecto que viven con Dios por toda la Eternidad.

Te doy las gracias por el tiempo de tu vida que dedicas a estas personas. Te doy las gracias por dar ejemplo con tu experiencia de voluntariado. Y te doy las gracias por compartirla con todo el mundo. Sirves de ejemplo para quien te lea allí donde se encuentre. Un saludo de David desde España.

Angélica Ramos dijo...

Buenas tardes:
Que gran privilegio este apostolado que nos compartes.
Dios ha mandado a estos angeles que nos enseñan a amar lo sencillo y a conocer lo que verdaderamente es luchar.
Saludos.

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