sábado, 25 de diciembre de 2010

fiesta de todos los Santos, de aupac

Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con fuerte voz: “La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero”.
Ap. 7,9


Fiesta de Todos los Santos

Por Juan Carlos Torres

"¿De qué sirve nuestra alabanza a los santos, nuestro tributo de gloria y esta solemnidad nuestra?". Con esta pregunta comienza una famosa homilía de san Bernardo para el día de Todos los Santos. Es una pregunta que también se puede plantear hoy. También es actual la respuesta que el santo da:  "Nuestros santos -dice- no necesitan nuestros honores y no ganan nada con nuestro culto. Por mi parte, confieso que, cuando pienso en los santos, siento arder en mí grandes deseos"

Este es el significado de la solemnidad de hoy: al contemplar el luminoso ejemplo de los santos, suscitar en nosotros el gran deseo de ser como los santos, felices por vivir cerca de Dios, en su luz, en la gran familia de los amigos de Dios. Ser santo significa vivir cerca de Dios, vivir en su familia.
Homilía el papa Benedicto XVI en noviembre del 2006.

Nosotros quisimos unirnos a esta solemnidad con nuestra peculiar forma de celebrar: una fiesta.
Así como en la navidad hacemos cena, y mole en los pueblos cuando celebramos al santo Patrón y nos llenamos de confeti y alegría y jolgorio. ¿Por qué no celebrar esta gran fiesta de los santos de esta manera?
En México se queda como una fiesta religiosa y opacada por el día de muertos y el Halloween. Dos fuertes eventos que se enraízan en nuestra cultura. Una por tradición y otra por influencia.
Si bien, la idea partió por contrarrestar al Holloween al retomar la idea de disfrazarnos, creo que ahora que festejamos y vivimos a los santos, queremos ir más allá del simple hecho de contraponernos a la fiesta de los monstruos.

Muchos de los que asistimos a este festejo, tuvimos la fortuna de ir a la “Expo de Santos” organizada en el Seminario Menor Diocesano de la Ciudad de México en septiembre de este año. En la que pudimos apreciar y sostener un encuentro con grandes santos a través de sus reliquias, además de enterarnos de que 25 mexicanos están en proceso de canonización.

Con este antecedente, más la experiencia de cada uno con algún santo en particular, quisimos revestirnos de los buenos hermanos.


Celebrar a los santos tendría que ser un acontecimiento diario. O acaso ¿no hay santos por cada día del año?

Echar un vistazo a la vida de ellos es como dice Santa María Faustina Kowalska: “Oh Jesús mío, cada uno de tus santos refleja es sí una de tus virtudes”.

Ellos no son cuentos de vida con moraleja. No los rebajemos a eso. No los rebajemos tampoco a modelos de vida, que sin embargo, lo son. Son mucho más que eso, gracias a la comunión de los santos, son hermanos intercesores y amigos nuestros. Son hijos predilectos de Dios porque para ellos el amor de predilección fue el mismo Dios.


El Señor tiende una comunicación espiritual entre nosotros y ellos en el amor. Y así podemos no sólo fijarnos en cómo fue su vida, sino también hacer oración con ellos y por consiguiente ser objetos de amor y de su valiosa intercesión como lo fueron en vida para los hermanos de su tiempo.

Aprovechemos nuestro sentir. Si bien, algunos llevamos la fortuna de que nos acompañen e intercedan a lo largo de nuestra vida simplemente por el hecho de llevar sus nombres, también podemos conocer y escoger a patrones, según nuestra actividad, necesidad o afinidad con ellos.


He aquí un ejemplo. Para nuestra fiesta cada quien preparó una vestimenta cuidadosamente diseñada para revestirse del santo al que más tenía aprecio. Un significado más allá de las fiestas de disfraces. Revestirnos de ellos significaba decirles, te quiero, te admiro, te imito a mi estilo, y te pido tu amistad e intercesión.
Y así, la sorpresa fue que gozamos de la presencia del pobrecillo de Cristo, San Francisco de Asís, representado por Cynthia que confeccionó un hábito de los nacientes frailes mendicantes.

Nos asombramos de Alix cuando sacó su deslumbrante  espada y armadura, armas de la osada e inquebrantable Santa Juana de Arco. Y nos habló de las hazañas que una seglar  realizó en la Francia del siglo XV.

Palpamos la ternura y enseñanza de Santa Teresa del Niño Jesús, en el atuendo de Teresiux, que acompañó con un par de rosas para recordarnos la promesa de la santa cuando partía al cielo.


Admiramos la elegancia y majestuosidad de decisión de la ecuánime Santa Margarita, reina de Escocia, dignamente representada por Elsy. Una santa que es todo un ejemplo de laicado en el ámbito político.
Nos inmiscuimos en las visiones de la mística Sor María Faustina Kowalska de quien supimos por Rosana. Y quien nos recomendó leer su diario.
Y finalmente escuchamos un audio grabado sobre la vida del intrépido sacerdote, San Damián, que conquistó para Dios toda una isla de leprosos, la isla de Molokai.

Cada quien eligió al santo con el que más se identificó, al que más admira, al que más se encomienda, con el que más hace oración y al que sin duda, ese día quería festejar.
Se narraron sus vidas y escuchamos los modos de actuar, sus carismas particulares y las complicaciones que conllevaban vivir el evangelio en su tiempo.

Festejar a los santos nos llevó más allá de lo que nosotros mismos nos planteamos. Nos ha reforzado un deseo, el de ser santos que se traduce en el deseo de querer estar cada vez más cerca del Señor para amarle.


Amigos, por último. Quiero festejar con los que no tuvieron oportunidad de asistir. Quiero compartirles el audio que escuchamos ese día sobre la vida de San Damián de Molokai.











Links
http://www.youtube.com/watch?v=3VkFTSZDrlU&feature=mfu_in_order&list=UL
http://www.youtube.com/watch?v=tZ0Z9f5pioA&feature=mfu_in_order&list=UL
http://www.youtube.com/watch?v=fXiUwDAQTgk&feature=mfu_in_order&list=UL
San Damián fue testimonio vivo para el viejo continente en los albores del siglo XX. Cuando en su época la Europa era más positivista que nunca y requería de comprobaciones científicas para creer en algo espiritual. Una época que no varía a la nuestra, llena de ateísmo y de rechazo a la fe cristiana. La humanidad no se esperó un ejemplo así. No hubo milagros, el milagro fue él mismo.
Y termino con una atrevida invitación que expresó Benedicto XVI a los jóvenes en su último viaje a Inglaterra: “Entre ustedes … están los santos del siglo XXI”.







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